Las
personas podemos vivir tiempos en los que experimentamos tristeza y eso es
normal, especialmente cuando existe una razón para ello, como lo es la pérdida
de una persona u oportunidad importante para nosotros. Sin embargo la
prolongación extrema de un estado de tristeza y angustia puede ser una
depresión.
A lo largo de mis años como consejero familiar
me tocó apoyar a muchas personas que padecían depresión sin saberlo; también
informar a los parientes de quien la padecía que su familiar no tenía mala actitud
ni era un pesimista, sino que padecía una enfermedad. Recuerdo a los padres de
una joven que lloraron delante de mí después de comprender que la depresión es
una enfermedad que estaba afectando el sistema nervioso de su hija y que
alteraba no sólo sus pensamientos y estados de ánimos, sino también sus
actitudes. Experimentaron sentimientos de culpa cuando les expliqué que cuando
a una persona con depresión le decimos frases como: “ten fe”, “échale ganas”,
“mira todo lo bueno que tienes”, etc. Lo único que logramos es hacerlos sentir
peor; pues aunque comprenden esto, no pueden modificar su actitud ni sus
pensamientos, simplemente no logran hacerlo porque su sistema nervioso no está
sano. El darse cuenta y no lograr modificar sus pensamientos los angustian aún
más. También entendieron que así como se puede enfermar el aparato digestivo o
respiratorio, el sistema nervioso puede perder su sanidad; la gran diferencia
es que cuando padecemos un problema digestivo nos duele el abdomen y aumentan
nuestras evacuaciones, pero cuando se enferma el cerebro o su sistema de
conexiones neurológicas lo que producimos son ideas enfermas, pensamientos
obsesivos y recurrentes que afectan nuestras actitudes y para colmo, quien
padece la depresión, entiende que no hay razones para sentirse así y pensar
negativamente, pero no puede evitar hacerlo, ¿por qué?, pues simplemente porque
su cerebro no está sano. El estómago produce jugos gástricos, el cerebro ideas.
La depresión es una de las enfermedades más
comunes de los inicios del siglo XXI. Se estima que del diez al veinte por
ciento de la población la padece y lamentablemente en algunos casos el
trastorno mental y emocional puede ser tan grave que lleve al enfermo a
quitarse la vida o intentar hacerlo. Es importante comprender que no toda
tristeza es depresión, la depresión es un padecimiento con síntomas claros. Los
más comunes son una alteración en la conducta, generalmente quien la sufre se
considera incapaz de realizar actividades que antes hacía de forma rutinaria.
Ahora le parece imposible asistir al trabajo o la escuela; ir a hacer las
compras al supermercado; llevar a los hijos a sus clases o incluso tomar una
ducha. También se modifican sus hábitos alimenticios y de sueño; incrementan
considerablemente lo que comen o por el contrario casi no pueden comer; les
cuesta trabajo dormir por las noches y se la pasan dormidos durante el día.
Otra característica consiste en un estado de angustia permanente, como tener un
nudo en la garganta o en el pecho, pero sin razón alguna. También quien está
padeciendo esta enfermedad suele tener pensamientos obsesivos y repetitivos que
le producen temor y ansiedad; incluso los programas de televisión y hasta los
comerciales pueden producirle esta inquietud. Por lo general esto es interpretado
por quienes le rodean como una actitud pesimista, falta de gratitud o
desesperanza y suelen juzgarle injustamente y desesperarse con él o ella. Por
si esto fuera poco la persona deprimida parece haber perdido su energía,
entusiasmo y capacidad de concentración.
Como toda enfermedad la depresión puede ser
controlada y superada con la atención y tratamiento adecuados. Cuando veamos
que los síntomas anteriores permanecen en nosotros o alguien más durante dos
semanas, es momento de visitar al médico. El especialista adecuado es el
psiquiatra. ¡Qué!, ¡un psiquiatra?, ¡eso para locos! Por supuesto que no, esa
terrible creencia es producto de la ignorancia y sus consecuencias han sido
garrafales, pues por ello muchas personas no se atienden a tiempo y su padecimiento
se prolonga innecesariamente. El psiquiatra es el médico especializado en el
sistema nervioso; así como el cardiólogo profundizó sus estudios en el corazón
y las arterias, el psiquiatra posee los conocimientos necesarios para
diagnosticar y tratar las enfermedades del cerebro y el sistema nervioso.
Existen muchos mitos como el anterior alrededor
de esta enfermedad y como suele suceder, la ignorancia y creer esas leyendas
nos perjudica más que ayudarnos. Entre las falsas creencias se encuentra la de
pensar que una persona que sea medicada con antidepresivos o ansiolíticos está
determinada o en alto riesgo de caer en dependencia de los medicamentos. Las
generaciones actuales de medicinas supervisadas por un buen médico ayudan a los
enfermos de depresión a vencer dicha enfermedad sin convertirse en adictos a
las pastillas. También es importante saber que una vez que se inicia un
tratamiento médico para la depresión es fundamental no detenerlo sin la
autorización del doctor incluso si el paciente ha mejorado, pues hacer esto de
forma inadecuada puede repercutir en lo que se conoce como un “rebote o
regreso” de la enfermedad.
La depresión es una enfermedad que afecta todo
nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo; por lo tanto resulta ideal tratarlo en
esos tres niveles. En el físico, como he comentado, lo conveniente es visitar
al médico y hacer ejercicio, al menos salir a caminar. Obviamente quien sufre
de depresión no tiene interés en salir a pasear, es por ello que los amigos o
familiares deben ayudarle a hacerlo. En cuanto al alma es conveniente
consentirles, apoyarles, reducirles sus responsabilidades y ser extremadamente
pacientes con ellos. En algunos casos esto se puede complementar con una
terapia con un profesional para identificar los eventos o detonantes
emocionales de la depresión. En cuanto al espíritu es importante tomarse tiempo
con el enfermo y orar con él y por él. Otra alternativa maravillosa es leerle
salmos y otras escrituras eternas de esperanza. Existen algunas grabaciones con
salmos del rey David que resultan muy convenientes para que las escuche el
enfermo, especialmente mientras realiza sus caminatas.
Si identifica que está padeciendo los síntomas
de la depresión me interesa que sepa que su enfermedad tiene solución. Usted no
está viviendo un problema de actitud, fe, o pesimismo, es que su cuerpo está
enfermo. Rompa el temor de ir al médico y visítelo. Pida ayuda a sus amigos y
familiares y recuerde que no hay peor enfermo que quien piensa que está sano.
Hay una luz del otro lado del túnel, empiece a recorrer el camino para que
regrese a tener una vida de calidad.