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Nuestra relación con el dinero

“En mi perspectiva, el dinero no modifica la forma de ser de las personas, simplemente la desnuda.”

El dinero juega un papel importante en la vida. Todos los días de la existencia adulta tenemos contacto de una u otra manera con esta realidad. Cada bien que poseemos o deseamos está relacionado con el dinero que generamos. Trabajamos para obtener ganancias que nos permitan intercambiarlas por alimento, protección, educación, diversión, salud, gustos e incluso caprichos. Gracias al deseo que los humanos tenemos por obtener dinero, se han inventado grandes herramientas, desde la imprenta hasta dispositivos portátiles con cámara fotográfica, grabadora de videos, reproductores de música, localizadores de mapas, agenda, despertador y video juegos.

Ah, y se me olvidaba, estos aparatos también sirven para hablar por teléfono. Desde esta perspectiva el dinero es un detonador de ingenio, sagacidad, esfuerzo, talento y persistencia. Sin embargo también en nombre del dinero se comenten abusos, injusticias, delitos y traiciones. Por el hambre de riqueza algunos son capaces de revelar secretos íntimos, dividir a la familia, denunciar a sus padres, cometer fraudes, secuestros, homicidios y muchas atrocidades más.

Se dice que el dinero cambia a la gente. En mi perspectiva el dinero no modifica la forma de ser de las personas, simplemente la desnuda. Con esto quiero decir que el poder que acompaña a la riqueza descubre actitudes que ya estaban en el individuo pero no se atrevía a exponer por la falta de confianza que tenía. Al sentirse respaldado por la aparente seguridad que provee el dinero, entonces se atreve a mostrar aquello que antes mantenía oculto. La persona con corazón desprendido, al poseer más riqueza, simplemente realiza dádivas mayores y la de corazón miserable, actos más ruines; pero la avaricia ya estaba enraizada en su interior, no surgió en el momento de percibir más ingresos.

El reto ante el dinero no es cuánto tenemos, sino como nos relaciones con él. ¿Lo vemos como un instrumento para cumplir nuestros sueños o como una meta? ¿Como tabla de salvación o como el centro de nuestra existencia? Quién lo toma desde esta perspectiva convierte su vida y felicidad en algo tan frágil como el saldo de su cuenta bancaria: cuando hay bastante, se cree firme, exitoso y piensa que será feliz; pero cuando el saldo disminuye, aunque sea un poco, se siente inseguro, incapaz y fracasado. Ha basado su estabilidad emocional y personal en algo totalmente incierto y pasajero. Vive para proteger sus ganancias, no para disfrutarlas. Teme que se le agoten y para evitarlo, incrementa su avaricia.

Las escrituras nos dicen que la raíz de todos los males es el amor al dinero. Nótese que no dice que la raíz de la maldad es el dinero, sino el amor a él, pues donde está el corazón del ser humano, allí se encuentran sus prioridades y el centro de su vida. Un hombre o una mujer enamorados son capaces de dar la vida por quien aman o por lo que aman: Romeo por Julieta, el Che Guevara por la revolución o el narcotraficante por la sensación de poder.

La medida preventiva para prosperar sin caer en la idolatría por el dinero, y sus terribles consecuencias, es vivir para dar y para disfrutar. La generosidad, manifestada a través de invertir en otros, sea una iglesia, agrupación de beneficencia, un desconocido en necesidad o nuestros seres queridos, es el mejor antídoto para mantener nuestro corazón desenfocado de la avaricia y concentrado en lo que realmente vale la pena: dar y disfrutar. ¿Cómo se ha sentido cuando obsequia algo valioso?, ¿qué sensación ha experimentado cuando, gracias a su generosidad, alguien más ve realizado su sueño o satisfecha una necesidad que consideraba insuperable? Dudo que haya satisfacciones más grandes que éstas. Jamás he conocido una persona que en su lecho de muerte se arrepienta por no haber generado más ganancias. En esos momentos lo que viene a la mente y corazón son personas; seres queridos a quienes deseamos haber disfrutado y beneficiado más. Atrevámonos a desarrollar una relación en el dinero en la que nosotros seamos sus amos y administradores en lugar de convertirnos en sus esclavos. Por supuesto que debemos aprender a manejarlo, multiplicarlo e intentar prosperar, sin embargo jamás debemos permitir que la acumulación nos prive de disfrutar y compartir. Un hombre y una mujer casados pueden tener amigos y amigas sin dañar su relación matrimonial siempre y cuando jamás los coloquen por encima de su cónyuge. En el momento en que lo hacen ponen en peligro la relación, felicidad y cariño de la persona que más han amado. Lo mismo sucede con el dinero, puede ser excelente amigo, pero es un pésimo amante. Sólo somos propietarios de aquello que podemos regalar, porque cuando no podemos dar algo, hemos dejado de ser sus dueños, para convertirnos en sus esclavos, pues dependemos de ello. Practiquemos la generosidad y disfrutemos del fruto de nuestro esfuerzo y trabajo.

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